Autor: Anónimo Fecha: Miercoles, 01 Enero, 2003 ⭐ Puntos 4 (6 votos)
Remando hacia el sol del norte
Como atrapado por el susurro tierno de una tierra en calma, remando en dirección al sol, el norte de Finlandia se despoja de todos sus ropajes invernales, desnundando su misterio... rincón desconocido y adorable
Los múltiples lagos que salpican la Laponia finlandesa son un espacio de diversión y relax. Con el sol de medianoche no hay nada más hermoso que disfrutar de un paseo en barca por el lago.
Inga-Saara Magga nos releyó la historia de su pueblo, la leyenda de su tierra a través de una veintena de fotografías que había rescatado de una carcomida caja. Allí, en un salón acogedor, recargado en la decoración y lleno de juguetes por el suelo (eran de Jan, el más pequeño de la familia) Inga-Saara dibujaba el perfil del norte de Finlandia con una cierta nostalgia por el tiempo pasado. «La gran mayoría de nuestro pueblo vive en el norte de Noruega. En Finlandia debemos de quedar unos 2.000 samis. Todos estamos muy unidos gracias a la lucha por mantener las tradiciones de nuestro pueblo». Inga-Saara es una sami fuera de lo común. Uno sesenta de estatura, carita redonda, ojos vivarachos y una cultura que ha ido adquiriendo con el paso de los años en sus múltiples viajes por el mundo. Tiempo atrás impartía clases de inglés y de cultura y lengua sami a los más pequeños de la zona. En la actualidad, ya retirada, sus días pasan al lado de su ordenador portátil —el único de todo su pueblo, Kuttura— escribiendo ensayos sobre las tradiciones e historia sami. Cuando ella y su prima, Siiri, se enteraron que la razón de nuestra visita a la Laponia era descubrir el verdadero rostro del pueblo sami, ambas se vistieron con sus mejores galas (trajes teñidos de azul, rojo y amarillo), nos sentaron en la cocina —su lugar preferido para las reuniones entre amigos— y fueron descubriéndonos la historia de su pueblo a través de aquellos retratos, paisajes, momentos del día de su boda, de las reuniones familiares durante la época estival, del nacimiento del primer hijo, de la boda del mayor, de la granja de renos…
Vivir la Laponia es sinónimo de vivir y entender a los samis, saber de sus costumbres y dejarse envolver de ese estraño magnetismo que irradia un pueblo estrechamente vinculado al medio natural. Tanto los samis que habitan en poblado en la pequeña aldea de Kuttura, a unos 40 kilómetros de Saariselkä, como la acogedora granja de Alli Ohenoja, a unos 20 kilómetros de Levi, se han visto envueltos en el vértigo de la sociedad de consumo. Eso se traduce en un dejarse llevar por la ola de la oferta y la demanda de un turismo activo, ansioso por descubrir nuevos parajes y gentes. «A los más jóvenes no les gusta la vinculación con el turismo —nos explicaba Inga-Saara— nuestros hijos han emigrado a Noruega, Suecia, Nueva York y algunos se han ido a Helsinki para prepararse en otros campos profesionales. Yo tengo un hijo piloto, una hija profesora de universidad y otro hijo médico».
La gran mayoría de los samis que habitan en el norte de Finlandia han abandonado su nomadismo primitivo, asentándose en pequeñas aldeas, próximas a núcleos urbanos. Pero no han frenado su economía de subsistencia. La carne de reno —que la exportan a toda Finlandia, no así al exterior—, la pesca y la artesanía.
Pero vivir la Laponia también significa entender, conocer y saber escuchar a la propia naturaleza. Dejarse llevar por la melódica nana que emite el viento del norte, que durante el estío regala un baño de frescor, una expresión salvaje que se entremezcla con el perfume de limón que emana la flor del norte, con los aromas melosos de las bayas húmedas, aquellas que se esconden entre verdáceos líquenes, entre enrevesados matorrales. La Laponia —sea la época que sea— es una inyección de vida que envuelve e hipnotiza, que conduce frenéticamente hacia el precipicio más placentero de esta tierra: allí donde reside la armonía...
Para leer mas...
http://www.elmundo.es/viajes/2003/22/1059058647.html
Fecha: 01/Ene/2003 01:00:00
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